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“Para el panteísta, todo cuanto existe es dios y dios es todo cuanto existe”.
El siglo en el que vivimos ofrece a todo los seres humanos un doble carácter de fuerza y debilidad, de grandeza y de miseria. La filosofía podemos determinar que ha tomado una fuerza y dirección espiritual, la ciencia ha ensanchado su horizonte, el arte ha comprendido mejor cuál es su misión y los instintos de nuestra naturaleza han despertado con gran entusiasmo y energía a todas las conciencias. Vemos un mundo fatigado por lo material y una sociedad cada vez más injusta e impotente, seres humanos pidiendo a la fe y a la esperanza religiosa, nuevos alimentos para su desgastada existencia.
En el panteísmo ateo, en el que el universo es concebido como la única realidad verdadera. A esa realidad se reduce Dios, que suele ser concebido entonces como la unidad del cosmos, como un principio orgánico de la naturaleza, o también como autoconciencia del universo. Así el hombre entonces existe como una parte de la divinidad, no como producto de esta. Dios y las creaturas son la misma cosa.
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